En la exposición de Pescadería nos encontramos esa contundente pintura de Willie Márquez, con ese lenguaje personal protagonizado por una grafía que crece y abre perspectivas plásticas
El artista jerezano Willie Márquez.
BERNARDO PALOMO27 Mayo, 2022 - 06:00h
Willie Márquez es artista nacido en Jerez pero que ha vivido en muchas partes, sobre todo en Ibiza, donde estuvo muchos años, siendo uno de los activos artistas de la isla. Ahora vive y trabaja en una casa cerca del Lago de Arcos en la que tiene instalado su taller y donde hace posible ese trabajo tan particular y tan a lo Willie Márquez. Él tiene su obra repartida por todo el mundo y su personalísimo lenguaje –aquí lo de lenguaje adquiere un estricto sentido por el concepto que envuelve su obra– está presente en multitud de aspectos que tienen que ver con todo tipo de realidades y circunstancias. Sus formas, únicas, lo mismo las encontramos en una botella de agua mineral de moda que decorando las estancias de conocidísimos hoteles que sirviendo de base estética a uno de los famosos toros de Osborne, esos que forman la magnífica colección que tiene su sede en la portuense Fundación de la calle de los Moros de El Puerto. Además, su obra forma parte de importantes colecciones y ha comparecido en significativas exposiciones de muchos sitios. Pero a Willie, en un momento especial de su vida, su tierra le lleno de nostalgia y quiso exponer en la Sala Pescadería, un espacio que llevaba encerrado en su corazón desde su juventud y que, ahora, le pareció que era el momento para ser el escenario de su último trabajo. Willie, que es artista sin disimulos, nos ofrece una obra auténtica, sin subterfugios, manifestando esa pasión creativa que envuelve todas sus cosas. Porque en Willie no hay medias tintas; crea a conciencia, con entusiasmo, le quita horas al tiempo y se enfrasca en los más diversos asuntos siempre marcando esa línea inigualable en la que está impregnada su pasión artística, su credo personal, diferente y único. Su obra viene precedida de un alto concepto creativo; responde a un ideal muy bien sustentado, producto de un estamento plástico acertadamente suscrito, que ha hecho suyo y que lo establece con los mejores argumentos formales. Porque Willie es artista nato. No comenzó en esto como lo hace la mayoría. Hasta en ello, Willie es distinto. Sintió la llamada del arte y lo dejó todo. Encontró un nuevo camino en la vida y en él puso todo lo que tenía para comenzar a producir una realidad artística que, no sólo era válida, sino que, también, dejaría abiertas las puertas de una personalidad que lo llevaría por un arte lleno de entidad y solvencia creativa. Willie Márquez posee una natural disposición para decir cosas, para manifestar, de forma diferente, lo que otros dicen de una manera bastante aburrida. Porque en la personalidad de Willie nada es aburrido; todo puede ser posible y, además, dicho y hecho para crear nuevas expectativas y no dejar a nadie indiferente. Así es Willie, o lo quieres o lo dejas; no hay medias tintas. Además, Willie Márquez es un autor tremendamente particular; su formación es de las que se consigue haciendo cosas, realizando lo que siente, experimentando acciones de todo tipo y buscando propuestas para crear una realidad de acentuada marca personal. Precisamente por todo ello, su obra ha eclosionado en un estamento plástico superior, con un sello único donde la forma juega un papel determinante. Es difícil encajar estéticamente la obra de Willie Márquez. Creo que está más cerca de Pollock que de Rotko; queriendo con esta afirmación centrar el análisis en un claro posicionamiento hacia un expresionismo que está entre lo abstracto y lo figurativo. Porque, a veces, Willie crea acciones que mimetizan resultados concretos y otras formulan espacios absolutamente vacíos de realidades. En su pintura, como en su escultura, como en sus intervenciones espaciales o en sus instalaciones, todo está marcado por esa fórmula activa que proporciona la acción desenfrenada. Por eso, su obra es distinta. En la exposición de Pescadería nos encontramos esa contundente pintura de Willie, con ese lenguaje personal protagonizado por una grafía que va creciendo y abriendo perspectivas plásticas llenas de verdadera sutileza. Por eso decía anteriormente que la pintura de Willie está más cerca de Jackson Pollock. Sus obras están compuestas por unas formas gestuales que van extendiéndose y creando espacios de pureza plástica. Caligrafía que no transcribe relato alguno ni responde a una estructura con ansias de significación; es un juego visual que abre los horizontes de la mirada para que ella encuentre una línea de inquietante emoción plástica. En sus lienzos, la caligrafía va estableciendo espacios formados por una línea ondulante y sin fin que, a veces, se llena de mínimos desarrollos cromáticos o de manchitas que se expanden por los soportes entre las líneas serpenteantes para abrir la máximas expectativas de la verdadera emoción artística. Ahora, también los cuadros encierran sugerentes efectos luminosos que se pierden en la maraña compositiva de la caligrafía y que van a apareciendo, como por encanto, cuando se iluminan con luces especiales. En la escultura, Willie Márquez se nos aparece más Willie Márquez que nunca. Ésta es, como no podía ser de otra forma, apasionada, contundente, retorcida, íntima… como Willie; un artista diferente, que materializa formas expresionistas, que ejecuta arabescos sugerentes donde está el alma expectante de un apasionado que hace una obra apasionada.
Publicado en Diaro de Cádiz el 27 de mayo de 2022
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